Sunday, August 1, 2010

Árboles en crecimiento. La creación de multi-historias locales en America Latina.



América Latina y todas las regiones geopolíticas que actualmente la constituyen (en diferentes escalas), ha generado múltiples formas de lidiar con la historia y con su presente. Es indudable que en distintos momentos el mundo académico y el aparato estatal trabajaron juntos para configurar el “ser nacional” en los respectivos países. La cultura nacional, en términos generales, fue concebida y enaltecida a partir de las guerras y movimientos de independencia decimonónicos. Sin embargo en la práctica, en el acontecer cotidiano de los distintos sectores de las nuevas naciones, se reprodujo, o más bien se mantuvo, un orden oligárquico que nunca pensó desafiliarse de las esferas del poder político y económico. Es posible aseverar que América Latina ha generado y ha compartido una clase oligárquica homogénea, desde el momento mismo en que comenzaron a configurarse las actuales fronteras nacionales. Es un hecho que la desigualdad social que impera actualmente en la mayoría de los países latinoamericanos, comenzó a gestarse y a legitimarse con la construcción de un pasado oficial que respondía a los intereses particulares de las clases dominantes. Así, para bien o para mal, se sabe que siempre ha sido la oligarquía latinoamericana la que ha invertido sus mejores esfuerzos para mantener estas condiciones, con cambiantes fachadas y nuevas máscaras.

En este contexto, la historia, la antropología y la arqueología fueron herramientas efectivas para moldear las conciencias nacionales y para justificar con elementos “científicos” los proyectos de homogeneización en aquellos países que son multiculturales. No fueron hijos del proletariado o de los sectores pobres quienes estudiaron en las universidades y reprodujeron los métodos y teorías de las ciencias sociales “primermundistas” características de la primera mitad del siglo XX. Existió una clara interrelación entre la intelectualidad latinoamericana y el Estado, porque no era raro que individuos provenientes de un mismo sector social pensaran (en un sentido genérico) de manera similar. La oligarquía no sólo gobernó y gobierna en gran parte de América Latina, también escribió su historia y dictó las pautas que debían articularse en prácticamente todos los contextos sociales. En este sentido es claro que el oligarca, como el colonizador, necesitaba y necesita de otros para mantener su estatus y para reproducirlo.

Los espacios de interacción de la oligarquía no sólo se circunscribieron a las fronteras nacionales características del siglo XX. Campearon por el control económico mundial, desde el siglo XIX, varios antiguos imperios económicos europeos y una muy joven entidad política que conocemos hoy como Estados Unidos de América; estas dinámicas generaron varias guerras. La guerra Hispanoamericana en 1898, la Primera y la Segunda guerra mundial, las revoluciones latinoamericanas y los conocidos años de gobierno militarista en gran parte de América Latina, modificaron el panorama geopolítico de la región. Estos eventos fueron sentando las bases y las reglas del juego para el establecimiento o imposición del mundo epimoderno3 con sus consecuentes características (véanse Lyotard, 1999 y Patterson, 1995 para una caracterización de las condiciones modernas-posmodernas en otras regiones del mundo).

  La (epi)modernidad en América Latina, como en muchas partes del mundo, se centró principalmente en los círculos del poder político y económico. Obviamente hubo grandes transformaciones en todos los niveles sociales al interior de las distintas fronteras nacionales, pero siempre hubo, y sigue habiendo, condiciones/formas de vida y de pensamiento alternas (no subalternas) a las que dictaba la modernidad. La condición de lo alterno, en contraposición a lo subalterno, debe ser analizada con precaución porque sabemos que nunca fue homogéneo el “azote” de la modernidad, ni en una escala regional, ni en una escala nacional (multicultural, como en muchos casos de América Latina). Cada cultura (concepto que no debato aquí) generó (y lo sigue haciendo) formas diferentes para actuar ante eso que llamamos “modernidad”, y en muchos casos esas culturas nunca se concibieron como subalternas.